martes, 15 de noviembre de 2011

Práctica y Escritura. Enseñanzas pedagógicas

Enseñanzas pedagógicas

Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire, es un libro que reúne diez escritos del autor, dirigidos a los educadores, y con la intención de aportar a favor de una escuela democrática, que produzca socialmente el conocimiento, produciendo al mismo tiempo la comprensión del mundo.


El eje central que recorre las diez cartas, así como otras obras de Freire, es el diálogo, como proceso educativo radical que se convierte en el espacio de encuentro entre educador y educando.


La trampa de las nominaciones
La introducción que hace Paulo Freire a las cartas plantea un dilema fundamental: la vocación versus la profesionalidad. En muchos contextos, esta apelación a la vocación junto con el apelativo de “tías” para nominar a las docentes, enmascara un ocultamiento del derecho de los educadores a que su trabajo sea reconocido y recompensado de manera justa.






La docencia, dice Freire, es ante todo una profesión, que exige una permanente capacitación científica, física, emocional y afectiva. Los maestros, entonces, no pueden renunciar a la defensa de sus derechos laborales, y esta defensa debe ser colectiva, nunca individual.


La importancia de la palabra
Las diez cartas que propone Freire van retomando conceptos en una mirada global de la tarea de educar. Un eje central, como ya dijimos, es la importancia del diálogo entre los sujetos involucrados en la enseñanza-aprendizaje.


Otro de los conceptos claves se refiere a la lectura del mundo y a la lectura de lapalabra, que es una lectura que otro hizo anteriormente. Para realizar la lectura de la palabra, debemos integrar la experiencia sensorial de lo cotidiano, haciendo el pasaje a la generalización propia del lenguaje escolar y de allí, retornar a lo concreto-tangible.


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La importancia de tener educación
Lectura y escritura son interdependientes: aprendemos a leer sobre lo que alguien escribió antes. Escribir, entonces, es adeñuarse críticamente de ir siendo, de ir constituyéndose histórica y socialmente.


Las cualidades que debe tener un educador
Para Paulo Freire, las cualidades necesarias para la práctica educativa progresista son:


Humildad: Nadie lo sabe todo, y por lo tanto, nadie lo ignora todo. Escuchar a quién nos busca es un deber humano. Hay que estar abierto a aprender y a enseñar.
Amorosidad, “amor armado”: Derecho de luchar, denunciar, anunciar. Hay que tener, junto con la valentía de amar, la valentía de luchar. Hay que superar el miedo.
Tolerancia: Convivir con lo que es diferente, aprender de lo diferente, respetar lo diferente. No es la simple connivencia con lo intolerable. Requiere respeto, disciplina, ética.
Y además, decisión, seguridad, tensión entre paciencia e impaciencia, alegría de vivir.
Hablar al educando y con el educando
Dice el autor que la maestra autoritaria se asume siempre como sujeto del habla: Habla a, para y sobre los educandos; la maestra espontaneísta abandona a los educandos a sí mismos: No habla a ni con los educandos. La maestra democrática es aquella que habla a los educandos y con los educandos, escuchándolos.


Es fundamental enseñar a escuchar a los otros, que incluye el deber de respetarlos, la tolerancia, el acatamiento de las decisiones tomadas por la mayoría. Hay que estimular el gusto por la pregunta, por la crítica, por el debate.


Esto no implica renunciar a la disciplina, que se encuentra en el movimiento contradictorio entre la coercibilidad necesaria de la autoridad y la búsqueda de la libertad. La libertad del educando necesita límites para no perderse en la licenciosidad, así como la voz de la educadora necesita límites éticos para no deslizarse al absurdo.


Es necesaria, entonces, la disciplina intelectual, así como la disciplina política, para poder inventar la ciudadanía, a través de la lucha.




“La tarea del docente, que también es aprendiz, es placentera y a la vez exigente. Exige seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es una tarea que requiere, de quien se compromete con ella, un gusto especial de querer bien, no sólo a los otros si no al propio proceso que ella implica. Es imposible enseñar sin ese corage de querer bien, sin la valentía de los que insisten mil veces antes de desistir. Es imposible enseñar sin la capacidad forjada, inventada, bien cuidada de amar. (…) Es preciso atreverse en el sentido pleno de esta palabra para hablar de amor sin temor de ser llamado blandengue, o meloso, acientífico si es que no anticientífico. Es preciso atreverse para decir científicamente, y no blablablantemente, que estudiamos, aprendemos, enseñamos y conocemos con nuestro cuerpo entero. Con los sentimientos, con las emociones, con los deseos, con los miedos, con las dudas, con la pasión y también con la razón crítica. Jamás sólo con esta última. Es preciso atreverse para quedarse o permanecer enseñando por largo tiempo en las condiciones que conocemos, mal pagados, sin ser respetados y resistiendo al riesgo de caer vencidos por el cinismo. Es preciso atreverse, aprender a atreverse, para decir no a la burocratización de la mente a la que nos exponemos diaríamente. Es preciso atreverse para continuar cuando a veces se puede dejar de hacerlo con ventajas materiales”

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