jueves, 17 de noviembre de 2011


                                                   PREPARACIÓN DE EXÁMENES
La preparación de los exámenes no se limita a los días previos sino que comienza el primer día de curso y hay que irla realizando de manera continuada durante todo el curso.


Dejar la preparación para los últimos días es tener muchas probabilidades de fracasar.
Ya se ha comentado en lecciones anteriores que el estudiante debe fijarse un ritmo de estudio (su "velocidad de crucero") que comenzará a poner en práctica el primer día de curso.

Lógicamente cuando se acerquen los exámenes tendrá que intensificar este ritmo.

Si durante el curso basta con dedicar diariamente 2 / 3 horas al estudio (en algunas carreras más), en las fechas previas a los exámenes habrá que encerrarse "literalmente" en casa y dedicarse de lleno.

Si durante el curso es suficiente los fines de semana dedicar una mínima parte al estudio, ahora el sábado y el domingo serán días exclusivamente de estudio.
El haber llevado una buena planificación durante el curso permite llegar a los exámenes sin agobios, con una buena preparación, con los conocimientos asimilados.


Esto permite que, aunque en estas fechas haya que intensificar el ritmo de estudio, se pueda (y se deba) respetar el descanso.

El estudiante podrá mantener sus horas de sueño, algo que es esencial para estar en plena forma y rendir al máximo en los exámenes.

Una planificación acertada permitirá que en tiempos de exámenes el estudiante se pueda centrar en repasar, en afianzar los conocimientos ya aprendidos, y no en tratar a última hora, de prisa y corriendo, de estudiar aquello que no se hizo en su momento.

En fechas de exámenes el estudiante debe dar al menos 2 repasos a la asignatura.


El penúltimo repaso llevará algunos días, dependiendo de la dificultad de la materia, mientras que el último repaso se debe realizar en los dos días anteriores al examen.
¿Cómo se planifican estos dos últimos repasos?


Veamos un ejemplo: si entre un examen y el siguiente hay 7 días por medio, este será el tiempo disponible para los dos últimos repasos. Si al último repaso hay que dedicarle 2 días, se dispondrá de 5 días para el penúltimo repaso, por lo que el estudiante deberá cada día revisar al menos un 20 por ciento de la materia que entra en el examen.

Lo primero que se deberá hacer cada día es revisar rápidamente lo que vio el día anterior, con vistas a ir consolidando los conocimientos. Si un día puede avanzar más de lo establecido mejor (más desahogado estará al final), lo que no se puede es incumplir el objetivo diario.

Estos plazos sólo se podrán cumplir si durante el curso se ha llevado la asignatura al día; si no ha sido así resultará materialmente imposible.

En su planificación a comienzos de curso el estudiante debe estimar de cuantos días dispondrá antes de cada examen y en función de ellos llevar las asignaturas convenientemente preparadas.

En los días previos al examen el estudiante debe hacer un esfuerzo por combatir la ansiedad.


Un buen método es despreocuparse por el posible resultado de la prueba y en cambio sí preocuparse por hacer todo lo posible.

Debe tratar de pensar en positivo: he trabajado, me he esforzado, he preparado el examen con rigor, probablemente apruebe y en caso de que no sea así, siempre tendré otra oportunidad.

Si el estudiante detecta que le "ha pillado el toro" es preferible que el tiempo disponible (respetando los descansos) lo distribuya de forma que pueda revisar toda la materia que le queda, aunque sea superficialmente, antes que estudiar muy bien una parte y no ver nada del resto.


De esta forma siempre tendrá la posibilidad de contestar algo de cualquier pregunta, evitando tener que dejar alguna pregunta totalmente en blanco, lo que para muchos profesores supone directamente un suspenso.
El día anterior al examen hay que preparar todo el material que se va a necesitar: un par de bolígrafos (uno de ellos de repuesto), lápices, goma, sacapuntas, calculadora, juego de reglas y compás, etc.


Hay que evitar sorpresas de última hora (la calculadora no funciona, el bolígrafo se ha terminado en mitad de la prueba, etc.) que aumenten el nerviosismo.
En la noche previa al examen es fundamental descansar. No se debe "robar" ni una sola hora al sueño ya que el cansancio puede ser un enemigo terrible durante el examen.


Aunque el estudiante pueda pensar que con un par de horas más aumentan sus probabilidades de aprobado, el efecto es justamente el contrario: una hora menos de sueño conlleva ir menos fresco, con la cabeza cargada, lo que dificultará nuestro rendimiento.
Es conveniente la noche previa y la misma mañana del examen realizar ejercicios de relajación.

El día del examen no se debe repasar nada, como mucho mirar por encima las fichas resúmenes con los esquemas de las distintas lecciones.

Ese día se debe llevar un ritmo relajado: levantarse temprano, tomar tranquilamente un buen desayuno, ir con tiempo al examen, sin prisas, etc.

Si el examen es por la tarde hay que cuidar la comida, que sea suficiente pero no excesiva; por supuesto nada de alcohol. También hay que cuidar el consumo de café: tomar lo necesario para ir despejado, pero sin abusar.

Oración al Sagrado Corazón de Jesús
Acordaos, oh Sagrado Corazón de Jesús
de todo lo que habéis hecho
para salvar nuestras almas,
y no las dejéis perecer.
Acordaos del eterno e inmenso amor
que habéis tenido por ellas.
No rechacéis estas almas que vienen a Vos,
agobiadas bajo el peso de sus miserias,
oprimidas de tantos dolores.
Conmovéos a la vista de tanta debilidad;
de los peligros que nos rodean por todas partes,
de los males que nos hacen suspirar y gemir.
Llenos de confianza y amor venimos a vuestro
Corazón como al corazón del mejor de los padres,
del más tierno y compasivo amigo.
Recibidnos, ¡oh Corazón Sagrado!
En vuestra infinita ternura,
hacednos sentir los efectos
de vuestra compasión y vuestro amor.
Sed nuestro apoyo,
nuestro medianero cerca de vuestro Padre;
concedednos la fuerza en nuestras debilidades,
consuelo de nuestra penas y la gracia de amaros
en el tiempo y de poseeros en la eternidad. Amén.




martes, 15 de noviembre de 2011

Práctica y Escritura. Enseñanzas pedagógicas

Enseñanzas pedagógicas

Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire, es un libro que reúne diez escritos del autor, dirigidos a los educadores, y con la intención de aportar a favor de una escuela democrática, que produzca socialmente el conocimiento, produciendo al mismo tiempo la comprensión del mundo.


El eje central que recorre las diez cartas, así como otras obras de Freire, es el diálogo, como proceso educativo radical que se convierte en el espacio de encuentro entre educador y educando.


La trampa de las nominaciones
La introducción que hace Paulo Freire a las cartas plantea un dilema fundamental: la vocación versus la profesionalidad. En muchos contextos, esta apelación a la vocación junto con el apelativo de “tías” para nominar a las docentes, enmascara un ocultamiento del derecho de los educadores a que su trabajo sea reconocido y recompensado de manera justa.






La docencia, dice Freire, es ante todo una profesión, que exige una permanente capacitación científica, física, emocional y afectiva. Los maestros, entonces, no pueden renunciar a la defensa de sus derechos laborales, y esta defensa debe ser colectiva, nunca individual.


La importancia de la palabra
Las diez cartas que propone Freire van retomando conceptos en una mirada global de la tarea de educar. Un eje central, como ya dijimos, es la importancia del diálogo entre los sujetos involucrados en la enseñanza-aprendizaje.


Otro de los conceptos claves se refiere a la lectura del mundo y a la lectura de lapalabra, que es una lectura que otro hizo anteriormente. Para realizar la lectura de la palabra, debemos integrar la experiencia sensorial de lo cotidiano, haciendo el pasaje a la generalización propia del lenguaje escolar y de allí, retornar a lo concreto-tangible.


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La escuela no sirve para nada. Las deficiencias académicas
La importancia de tener educación
Lectura y escritura son interdependientes: aprendemos a leer sobre lo que alguien escribió antes. Escribir, entonces, es adeñuarse críticamente de ir siendo, de ir constituyéndose histórica y socialmente.


Las cualidades que debe tener un educador
Para Paulo Freire, las cualidades necesarias para la práctica educativa progresista son:


Humildad: Nadie lo sabe todo, y por lo tanto, nadie lo ignora todo. Escuchar a quién nos busca es un deber humano. Hay que estar abierto a aprender y a enseñar.
Amorosidad, “amor armado”: Derecho de luchar, denunciar, anunciar. Hay que tener, junto con la valentía de amar, la valentía de luchar. Hay que superar el miedo.
Tolerancia: Convivir con lo que es diferente, aprender de lo diferente, respetar lo diferente. No es la simple connivencia con lo intolerable. Requiere respeto, disciplina, ética.
Y además, decisión, seguridad, tensión entre paciencia e impaciencia, alegría de vivir.
Hablar al educando y con el educando
Dice el autor que la maestra autoritaria se asume siempre como sujeto del habla: Habla a, para y sobre los educandos; la maestra espontaneísta abandona a los educandos a sí mismos: No habla a ni con los educandos. La maestra democrática es aquella que habla a los educandos y con los educandos, escuchándolos.


Es fundamental enseñar a escuchar a los otros, que incluye el deber de respetarlos, la tolerancia, el acatamiento de las decisiones tomadas por la mayoría. Hay que estimular el gusto por la pregunta, por la crítica, por el debate.


Esto no implica renunciar a la disciplina, que se encuentra en el movimiento contradictorio entre la coercibilidad necesaria de la autoridad y la búsqueda de la libertad. La libertad del educando necesita límites para no perderse en la licenciosidad, así como la voz de la educadora necesita límites éticos para no deslizarse al absurdo.


Es necesaria, entonces, la disciplina intelectual, así como la disciplina política, para poder inventar la ciudadanía, a través de la lucha.




“La tarea del docente, que también es aprendiz, es placentera y a la vez exigente. Exige seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es una tarea que requiere, de quien se compromete con ella, un gusto especial de querer bien, no sólo a los otros si no al propio proceso que ella implica. Es imposible enseñar sin ese corage de querer bien, sin la valentía de los que insisten mil veces antes de desistir. Es imposible enseñar sin la capacidad forjada, inventada, bien cuidada de amar. (…) Es preciso atreverse en el sentido pleno de esta palabra para hablar de amor sin temor de ser llamado blandengue, o meloso, acientífico si es que no anticientífico. Es preciso atreverse para decir científicamente, y no blablablantemente, que estudiamos, aprendemos, enseñamos y conocemos con nuestro cuerpo entero. Con los sentimientos, con las emociones, con los deseos, con los miedos, con las dudas, con la pasión y también con la razón crítica. Jamás sólo con esta última. Es preciso atreverse para quedarse o permanecer enseñando por largo tiempo en las condiciones que conocemos, mal pagados, sin ser respetados y resistiendo al riesgo de caer vencidos por el cinismo. Es preciso atreverse, aprender a atreverse, para decir no a la burocratización de la mente a la que nos exponemos diaríamente. Es preciso atreverse para continuar cuando a veces se puede dejar de hacerlo con ventajas materiales”